CUBO, espacios físicos que transforman vidas en El Salvador

Por Redacción El Pueblo Abr 12, 2024

Para Diego Marcelo, un entusiasta niño salvadoreño de 14 años, el Centro Urbano de Bienestar y Oportunidades (CUBO) de la comunidad Mejicanos, en San Salvador, se ha convertido en su refugio para realizar tareas, leer un libro o practicar su pasión por el «skate».

El pequeño dijo a Xinhua que antes muchas calles de su comunidad y de la ciudad de San Salvador eran sinónimo de peligro, pero ahora, gracias a los resultados en seguridad y a espacios como el CUBO, ya puede perseguir sus sueños con optimismo.

El CUBO corresponde a espacios físicos dentro de las comunidades que permiten promover el desarrollo de la población a través del arte, la cultura, el deporte, la lectura o las tecnologías.

Auspiciados por la Dirección de Reconstrucción del Tejido Social del Ministerio de Justicia y Seguridad Pública, estos espacios fomentan la pertenencia comunitaria y la esperanza en comunidades que por décadas fueron vulnerables por la violencia y la inseguridad, síntomas del país centroamericano hasta hace poco tiempo.

La Web oficial del CUBO refiere que el programa, a través del contacto directo con las comunidades, busca no sólo prevenir la violencia, sino también sentar las bases para un crecimiento sostenible y una mayor inclusión social.

Es el caso de Diego Marcelo, quien aspira a labrar una pródiga carrera en el mundo del «skate» y representar a su país en unos Juegos Olímpicos.

En forma paralela, el entrevistado quiere aprovechar al máximo las oportunidades de aprendizaje y estudio que brinda el CUBO de su comunidad para convertirse también en arquitecto.

Por el momento, sus habilidades y buenas actuaciones con la patineta ya lo llevaron a México a narrar para el mundo hispanohablante una prestigiosa competencia internacional de «skating», junto a destacados representantes mexicanos de ese deporte.

El director de Reconstrucción del Tejido Social, Carlos Marroquín, explicó a Xinhua que el programa CUBO nació como una respuesta a la necesidad de brindar espacios de prevención contra la violencia y promover la convivencia comunitaria en zonas vulnerables.

Detalló que el proyecto tuvo su primera experiencia en Nuevo Cuscatlán, en La Libertad.

Luego se amplió a otras comunidades y ahora con el Gobierno del presidente Nayib Bukele ya son 11 centros en localidades de todo el territorio salvadoreño, un número que está previsto se incremente de forma paulatina para cubrir a más comunidades.

Marroquín resaltó que uno de los principales aciertos del programa radica en la participación de la comunidad en la gestión de los espacios.

«Se debe dejar que la comunidad administre para entender cuáles son sus gustos, sus prioridades, cuáles son sus carencias», dijo.

Reconoció, además, que el programa ha tenido desafíos, como la necesidad de mejorar la sostenibilidad ambiental, al implementar paneles solares y sistemas de captación de agua de lluvia.

Subrayó también la aceptación del programa en las comunidades, que se hizo evidente en un diagnóstico realizado con el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.

El diagnóstico mostró que el 95 por ciento de la comunidad los acepta y considera que «satisfacen sus necesidades».

El funcionario, asimismo, ponderó el impacto positivo del CUBO en la prevención de la delincuencia, lo que es fundamental porque «se trabaja para construir un mejor futuro y prevenir la violencia desde la base».

En ese sentido, el director de Reconstrucción del Tejido Social refirió la importancia de sembrar «nuevas semillas» para las generaciones futuras, con el objetivo de alejarlas del ciclo de la violencia, al que El Salvador no quiere volver.

El Gobierno salvadoreño ha emprendido en los últimos dos años una guerra frontal contra las pandillas para frenar la violencia homicida y otros crímenes asociados a estos grupos, que fueron sellos distintivos del país centroamericano hasta hace pocos años.

Acciones gubernamentales y medidas como el «régimen de excepción» decretado desde marzo de 2022 han conducido hasta la fecha a la captura de más de 78.000 presuntos integrantes y colaboradores de pandillas, mientras que el número de homicidios se ha reducido de manera drástica, según datos de la Policía Nacional Civil de El Salvador.

Con una población cercana a los 6,3 millones de habitantes, El Salvador pasó de ser uno de los países más inseguros y violentos del mundo, con tasas de homicidios por cada 100.000 habitantes de dos dígitos, al de mejor resultado del indicador en América Latina en los últimos dos años.

En 2023, El Salvador registró una tasa de homicidios de 2,4 por cada 100.000 habitantes, cifra muy inferior a 2021(18,1) y de otros años precedentes como 2015 (105), el más violento de su historia reciente, según cifras oficiales.

De acuerdo con el Gobierno, los avances en materia de seguridad en el país centroamericano se deben al Plan Control Territorial (PCT), en combinación durante sus diferentes fases con la activación del protocolo de guerra en contra de las pandillas, bajo el estado de excepción.

El programa CUBO forma parte de la Fase II del PCT denominada «Oportunidades de la exitosa estrategia de seguridad».

Marroquín resaltó que el caso de Diego Marcelo no es único y que los éxitos del CUBO son «muchos», gracias a la integralidad del programa y a las acciones complementarias que fomenta como la implementación de huertos urbanos para la seguridad alimentaria y generar oportunidades económicas dentro de las comunidades.

Una de las residentes del barrio Ivu de San Salvador, Gladis Vicente, ha encontrado en el huerto comunitario asociado al CUBO de la localidad una nueva razón para ser y hacer.

«Es increíble la maravilla que podemos obtener en este pedacito de terreno, porque aquí es muy reducido, muy chiquito, pero hemos tenido mucha producción de diferentes hortalizas», comentó la residente Gladis, quien a la vez definió al huerto como una fuente de orgullo y sustento para la comunidad.

En tanto, la niña Génesis Xiomara, pese a su corta edad, dimensionó también el impacto del programa en la vida del barrio Ivu, donde vive con su familia.

«Vivíamos asustados por lo mismo de los pandilleros», recordó la niña, al señalar que gracias al huerto y a otros programas de deporte del CUBO, ya tienen un ambiente más seguro y tranquilo.

La aceptación ciudadana del CUBO en El Salvador, aunada a los avances del país centroamericano en materia de seguridad, ha despertado el interés internacional por el programa.

Alcaldías de países como Chile o Ecuador han expresado su interés en replicar el modelo dentro de sus comunidades, lo que refleja un reconocimiento como ejemplo exitoso en la prevención de la violencia y la promoción del bienestar comunitario.

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